Junio es el Mes Nacional de Hacerse la Prueba de VIH. Le compartimos esta carta abierta la cual esperamos le sirva para crear conciencia sobre lo que es vivir con el VIH desde la perspectiva de un paciente, aunque entendemos que todos los casos no son similares, quizás mediante sus palabras algunos se puedan sentir identificados y otros concientizados! Agradezco a Ramon Gerardo por acceder a la publicación de su carta.
Carta Abierta
El 8 de agosto de 2011, admitido en el hospital, los doctores me informaron de mi estatus positivo al VIH. Para esa fecha, mi cuadro clínico fue el siguiente: un conteo de CD4 de -1, una carga viral altísima, pulmonía bilateral (PCP), hongo (cándida) en la mayoría de mi cuerpo, una fiebre que no cedía, hemoglobina en 8, y había perdido alrededor de 100 libras. Aún recuerdo el instante en que el infectólogo entró en la habitación y me dijo: “Esto no es VIH, ésto es SIDA. Les puedo asegurar que el miedo se apoderó de mí, estaba enteramente aterrado. Le pregunté al doctor sí cabía la posibilidad de que pudiera fallecer, a lo que él me contestó: “Estamos haciendo todo lo posible para que eso no suceda, pero no te garantizamos nada, es cuestión de esperar”. A partir de ese momento, comenzó una larga estadía que se prolongó por 21 días en el hospital y seis meses de recuperación en mi hogar.
Recibir la confirmación del diagnóstico, no me sorprendió. En verdad, lo sospechaba desde hacia tiempo atrás. El pánico a tener que enfrentarlo me llevo a tomar la decisión incorrecta de nunca hacerme la prueba del VIH. Ahora reconozco que si hubiera vencido ese horror haciéndome la prueba, hubiese evitado el deterioro a gran escala de mi salud. Pero, todo en la vida tiene un propósito, tenía que pasar por esta experiencia de vida, para que mi existencia en este plano adquiriera valor.
La primera semana en el hospital fue de lucha. No tuve la etapa de negación, más bien fue de aceptación. Sólo sabía que no quería morir. Nunca olvidaré la angustia en los rostros de mis familiares. Ese desasosiego oculto en una sonrisa cuando te dicen: “todo va a estar bien”. Fue fuerte, difícil y doloroso. Estudios de médula ósea, CT Scan de cabeza, estudios de los pulmones, radiologías, pruebas especializadas de la sangre, transfusiones de sangre y de plaquetas, entre otros.
Recibir la confirmación del diagnóstico, no me sorprendió. En verdad, lo sospechaba desde hacia tiempo atrás. El pánico a tener que enfrentarlo me llevo a tomar la decisión incorrecta de nunca hacerme la prueba del VIH. Ahora reconozco que si hubiera vencido ese horror haciéndome la prueba, hubiese evitado el deterioro a gran escala de mi salud. Pero, todo en la vida tiene un propósito, tenía que pasar por esta experiencia de vida, para que mi existencia en este plano adquiriera valor.
La primera semana en el hospital fue de lucha. No tuve la etapa de negación, más bien fue de aceptación. Sólo sabía que no quería morir. Nunca olvidaré la angustia en los rostros de mis familiares. Ese desasosiego oculto en una sonrisa cuando te dicen: “todo va a estar bien”. Fue fuerte, difícil y doloroso. Estudios de médula ósea, CT Scan de cabeza, estudios de los pulmones, radiologías, pruebas especializadas de la sangre, transfusiones de sangre y de plaquetas, entre otros.
Prueba Casera de VIH |
La segunda semana comenzó a mejorar el cuadro clínico. No obstante, a medida que físicamente iba recuperando, emocionalmente fue lo contrario. Entonces vinieron las preguntas, las dudas, las inquietudes y la incertidumbre. ¿Tendré suficiente valor para continuar la vida como una persona que vivirá con un virus 24 horas al día?, ¿Me enfermaré con frecuencia?, ¿Se convertirá mi vida en un entrar y salir del hospital?, ¿Podré sobrellevar el peso del estigma social?, ¿Qué pensaran ahora de mí? Mi mente era como un torbellino de interrogantes que azotaba como mar embravecido socavando mi tranquilidad.
La tercera semana entré en tiempo y espacio, encarando la condición. Comenzaban a llegar los resultados de las pruebas y todo parecía indicar que la crisis había pasado y el tratamiento estaba dando buenos resultados. Antibióticos, terapias respiratorias, retroviral, vitaminas, medicamentos intravenosos, y no sé cuanto más! Pero gracias a Dios, la recuperación adelantaba su progreso. Fue en ese instante en que observe a mi alrededor, y me pregunté: “¿Dónde están mis amistades? 21 días en el hospital y solamente me visitaron 3 amigos, Damaris, Mónica y Yolanda. Increíble, alguien como yo que siempre tuvo tanta gente alrededor en tiempos de salud, y en la enfermedad, me quede prácticamente solo. Ahora bien, aprendí el verdadero significado de la palabra amistad.
En tres semanas comprendí varias enseñanzas:
PRIMERA LECCION: EL VALOR DE LA AMISTAD;
SEGUNDA LECCION: EL VALOR DE MI FAMILIA;
TERCERA LECCION: MI INQUEBRANTABLE FE.
CUARTA LECCION: CUANTO ME AMA DIOS. (SIN ORDEN DE IMPORTANCIA)
El 29 de agosto de 2011 fui dado de alta del hospital y enviado a mi residencia con un conteo de CD4 de 1. Las instrucciones fueron claras, permanecer en mi casa por espacio de 6 meses en entero reposo. Durante ese tiempo, medité y reflexioné en muchos aspectos de mi vida. Viajé al pasado a través del pensamiento. Reviví errores y malas decisiones. En seis meses, me reproche a mí mismo, pero a la misma vez, me perdoné.
Parece que fue ayer, y ya han pasado casi 4 años desde aquel 8 de agosto de 2011. Gozo de buena salud en general, mis CD4 han ido en aumento, me encuentro NO DETECTABLE desde enero de 2012, y lo más importante, NO HE REGRESADO AL HOSPITAL. Pase de un diagnóstico reservado, ¡a la vida!
¿Cómo el VIH transformo mi vida?
1. Miedo – por información y educación. (empoderamiento)
2. Orgullo – por humildad
3. Aprendí a decir: buenos días, gracias, por favor, con su permiso y discúlpame.
4. Comprendí que nada se puede dar por dado.
5. Valorice la presencia de quienes permanecieron a mi lado.
6. Mi relación personal con Dios.
7. El amor INCONDICIONAL de mi familia.
8. A ver los propósitos de cada suceso.
El VIH me ha enseñado a tomar conciencia sobre mi salud y bienestar, tanto físico como emocional. A respetar y valorar a los seres humanos de igual manera como yo mismo me respeto y valoro. A mirar con entereza, coraje y valentía a los ojos de los demás, sin tener nada por lo cual deba avergonzarme o bajar la frente. Compartir mi estatus positivo libremente sin tapujos ni reservas, aceptándome y amándome. El VIH me ha brindado la oportunidad de llevar el mensaje de la prevención del virus, no tan sólo con información, sino con vivencias. Al VIH le debo el haberme despertado el talento de la escritura, antes del diagnóstico, jamás había escrito.
El VIH es un hecho que ha cambiado mi vida en un giro de 180 grados. Ahora, cada amanecer, es una nueva bendición.
Yo no vivo con VIH, el VIH vive conmigo. Yo no soy VIH, el VIH es un virus.
Vivir con VIH no es nada normal, ni mucho menos cotidiano. Tener un “extraño” 24/7 en tu casa, no es fácil. Hay ocasiones en que el miedo y el pánico se apoderan de uno. Lidiar con el estigma precisa de coraje y valentía. Vivo día a día, pero claro que albergo la esperanza de la cura, decirte lo contrario sería faltarle a la verdad.
Un fuerte abrazo,
Ramón Gerardo
ACERCA DE LA AUTORA:
Meryland Cuevas es bloguera, madre, poeta, narradora, aficionada de las redes sociales y comprometida con el activismo por la justicia social y la igualdad de los seres humanos. Amante del arte en todas sus expresiones, le encanta viajar, la fotografía y la gastronomía. Posee un bachillerato en Ciencias de Administración de Empresas así como estudios Graduados en Administración y Salud Pública. Sígueme en FACEBOOK y en TWITTER |
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