Por Félix J. Concepción Meléndez
“Resignarse es una cobardía, es el sentimiento que justifica el abandono de aquello por lo cual vale la pena luchar, es, de alguna manera, una indignidad”
-Ernesto Sábato, La Resistencia
En mi adolescencia tuve la oportunidad de involucrarme de manera activa y comprometida con el cristianismo evangélico. A través de todos esos años y durante mi etapa universitaria, participé de diversos grupos cristianos estudiantiles, sirviendo en varias misiones a través de gran parte de América Latina y otras partes del mundo. No fue hasta mi época de estudios pos graduados que comencé a hacerme nuevas interrogantes sobre mi vida y comencé a reconocer que llevaba mucho tiempo luchando con mi identidad y orientación sexual.
El proceso no ha sido uno muy fácil debido a mi bagaje cristiano conservador y mucho más cuando la última iglesia que estuve era pastoreada por el Dr. César Vázquez, quien junto a otros líderes del fundamentalismo ha sido propulsor de movimientos tan homofóbicos como PR por la Familia.
Desde que comencé a ser más abierto respecto a mi identidad e involucrarme en la defensa y búsqueda del reconocimiento de los derechos a favor del sector LGBT he perdido muchas amistades. Muchos de ellos quienes ya no comparten conmigo una misma visión de mundo, consideran que mis señalamientos a través de "memes" y comentarios en las redes sociales, o en manifestaciones públicas en contra de movimientos como Puerto Rico por la Familia, la autodenominada Apóstol Wanda Rolón y el Rvdo. Jorge Raschke entre otros, es una estrategia incorrecta e irrespetuosa por ser una personalista y confrontativa.
No obstante, cuando un sector como la comunidad LGBTse siente constantemente atacado y observa que quienes dicen predicar el amor y que alguna vez también sufrieron persecuciones y ataques por ser minorías ahora juegan el papel de la mayoría opresora, responder con un "meme" o una pancarta es un ejercicio insignificante comparado con el dolor y la angustia que estos líderes generan en tantas personas de la comunidad LGBT a través de su lenguaje incendiario e inflamatorio en menosprecio de este sector. Eso sin tener en cuenta los miles de dólares que estos fundamentalistas invierten en cabildeos aprovechando sus exenciones contributivas y utilizando muchas veces fondos de su feligresía para esos fines aunque no lo admitan.
De igual manera, he sido testigo de cómo en el proceso de aprobación del Proyecto del Senado 238 en el pasado año, estos líderes se dedicaron a torcer brazos a puerta cerrada en el Capitolio, amenazando a legisladores tanto de mayoría como de minoría, que se dejaron manipular por temor a no ser re-electos. A pesar de eso, ya se sabe que estos grupos nunca han tenido el poder de influencia que se les adjudica porque si así fuera hace tiempo hubiesen sido electos aquellos candidatos que en el pasado ellos han lanzado al ruedo político.
Un ejemplo de ello fue el candidato cristiano independiente a senador por acumulación en el 2004, Enrique “Quique” Santiago cuyo “slogan” de campaña era “Porque no se trata de colores sino de valores”, y en el 2012 Herminio Pagán Calderín fue otro de los candidatos al senado quien contaba con el apoyo absoluto de Raschke, Rolón y la Fraternidad Pentecostal.
Históricamente estos candidatos cristianos independientes jamás han sido electos a pesar de contar con el respaldo de toda la plana religiosa fundamentalista del país. En contraste, aquellos legisladores a quienes les han hecho campaña en contra por no representar sus visiones retrógradas, gastándose miles de dólares en la nefasta guía llamada"Mi voto moral" publicada en anuncios de página completa en los principales rotativos del País y que irónicamente apoyaba candidatos como el convicto senador Jorge De Castro Font, sí han sido electos, pues ese criterio fundamentalista a la hora de ir a las urnas no tiene el peso que ellos creen.
En ese sentido mis críticas no van dirigidas hacia el sector religioso como tal sino contra el fundamentalismo homofóbico dentro de ese sector. Hago la aclaración porque se trata de dos grupos muy distintos a pesar de tener elementos comunes de fe. En lo personal, tengo y conservo amigos pastores y teólogos como el Profesor Luis N. Rivera Pagán, así como miembros de varias iglesias cristianas: Metodistas, Bautistas y Presbiterianos solo por mencionar algunas, quienes a diferencia de otros grupos, no se inmiscuyen en adelantar agendas ni proyectos de ley cuyos fines vayan en contra del reconocimiento de los derechos para la comunidad LGBT. Todo lo contrario, han mostrado su solidaridad y apoyo genuino marchando en ocasiones junto a nosotros practicando y viviendo convencidos de aquella frase del Dr. Martin Luther King Jr. que traducida al español decía:
"La injusticia en cualquier parte es una amenaza a la justicia en todas partes”.
Habiendo dicho eso, cuando me involucro o participo de manifestaciones públicas, la lucha la hago participando activamente de aquellos eventos o protestas en los que me siento convocado independientemente de quienes lleven la voz cantante o de quienes en su afán de protagonismos quieran apropiarse de las causas como sucede en todos lados.
En conclusión, me represento a mi mismo, y seguiré confrontando al fundamentalismo homofóbico con el cual fui influenciado en mi adolescencia y que hoy se empeña en evitar que se nos reconozcan los derechos humanos y la búsqueda de nuestra felicidad, les guste o no por más que les ame y les aprecie. Lo contrario sería resignarme, y como dijo el escritor argentino, Ernesto Sábato: “Resignarse es una cobardía, es el sentimiento que justifica el abandono de aquello por locual vale la pena luchar, es, de alguna manera, una indignidad”.
Félix J. Concepción Meléndez
Maestro de Bellas Artes y Abogado
** Esta nota fue publicada con autorización del autor
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